Un Mural de cerámica es como un tatuaje: para toda la vida.
Se puede eliminar, pero siempre mediante la destrucción, el primero quemando la piel, el mural por demolición.
El mural cerámico reviste cualquier paramento vertical: una pared, una fachada, un muro, un tabique, un chaflán, localizando una calle o plaza.
Un tatuaje en la piel siempre simboliza algo querido, sentido, sufrido, vivido… una forma de identificación.
En ambas representaciones se plasman intenciones que superan el corto plazo de hoy para ayer. Forman parte de otra dimensión destinada a un futuro, más allá de la inmediatez.
Antes las cosas se fabricaban para que durasen toda la vida… por eso la cerámica nos persigue desde el neolítico. Sin duda.
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